Arrodillada sobre el suelo tenía a mi amante desnudo frente a mí, tan caliente, tan cachondo, con su polla apuntando al cielo. Como me gustaba verlo así. Su polla estaba húmeda y desprendía un olor tan intenso, tan particular, olor a sexo, olor a porno. Restregué toda mi nariz sobre toda su polla, como me ponía, como me excitaba, mi boca se cargaba de saliva.
La introduje toda en mi boca, sus líquidos se mezclaron con los míos. Era como suave ácido que se abría paso hacía mi interior.
Tragaba toda su polla, me la metía tímidamente y no paraba hasta darme con su cuerpo en mi cara, después la sacaba y lo repetía, después hacía lo mismo una y otra vez, para que pudiera comprobar de primera mano como me las gastaba. Yo, una chica de Murcia, una chica de pueblo.
Agarre con la mano derecha su polla y comencé a pajearle deprisa. No había tiempo que perder, era fuerte, era rápido. Mientras tanto yo tenía la menor parte de su capullo en mi boca, o mejor dicho, mientras lo rozaba con la menor parte de mi cálida, rosada, larga y penetrante lengua. Era un jugueteo muy mono, muy cachondo, muy liviano en exceso.
Él estaba circuncidado y así era fácil jugar solamente con su glande. Poco a poco lo iba mordiendo y poco a poco lo iba metiendo más y más en mi boca, mientras con mi mano derecha no dejaba de masturbarlo ni un segundo solamente.
Volví a tragármela entera de nuevo, una sola vez, para con mi boca tirar de su polla hacía abajo y ver como rebotaba en el aire. Me quede un poco mirándola, como se movía, como el líquido lentamente se movía por su polla, e incluso un par de gotas caigan sobre la moqueta. Levante con la mano izquierda su polla hasta ponerla contra su cuerpo y una vez así, golpee con la derecha sus cojones y después los olí, los saboree, los estiraba con mis labios mientras con mi lengua los mojaba. Realmente todo aquello me excitaba demasiado, me ponía muy cachonda y él lo sabía y también lo estaba.
Volví a cogerle la polla con la mano derecha y le masturbe, como a mi me gusta, siempre deprisa, mientras de nuevo jugaba con su capullo en mi boca. Morderle, lamerle, presionar, oler, besar y sentirlo siempre tan caliente dentro de mí, mmm.
Tantee por todas partes hasta que finalmente halle lo que buscaba. Un vasito muy pequeño, un chupito nada más. Lo cogí con mis dedos por la base y metí mi lengua dentro, mojando levemente todo su interior. Después, aferre el miembro erecto y duro de mi amante pajeandolo con furia, chupándolo como si me fuera la vida en ello y tras unos minutos, los espasmos de su entrepierna me avisaron del final tan esperado.
Colocando el chupito junto a su capullo, cayeron en su interior, dos y tres trallazos de su esperma, más otro par que no pude recoger y algunas gotas que quedaron sobre él. Las suyas, las limpie con mi lengua, las que cayeron por aquí y por allá, se perdieron y las que fueron a parar al chupito allí se quedaron.
Mire fijamente a mi amante. Él me devolvió la mirada y se quedo así como atontado, siguiéndome con sus ojos, mis movimientos etéreos.
Olí el contenido de aquel diminuto recipiente, olor fuerte, olor áspero y penetrante. Abrí mi boca y saque mi lengua, derrame el contenido del chupito sobre ella y cuando mi amante contemplo que su esperma estaba sobre mi lengua, trague.
Era espeso, casi agrio, su textura era difícil de explicar, sólo puedo decir que me gustaba, la suya tanto como la del que más. Durante todo el día tuve su sabor en mi boca… y mientras yo paladeaba y degustaba él se fue acercando cada vez más a mí.
Lo poco gusta, pero es tan poco lo que cabe en un chupito, que una se queda con ganas de más.